martes, 27 de julio de 2010

And the Oscar goes to...Pixar

No tardaremos mucho tiempo en escuchar la frase del título de esta entrada en la boca de algún gran director en los premios de la Academia. Y es que la factoría de sueños animados lleva una trayectoria impecable basada en: el buen gusto, el humor inteligente, una potente fórmula visual y, sobre todo, un puñado de excelentes (y arriesgados) guiones que buscan convencer a grandes y pequeños y que consideran al público como seres que quieren pasar un buen rato sin sentir que les toman el pelo.

A raíz de la muy sugestiva entrada sobre la trilogía Toy Story del siempre malvado, y por tanto recomendable, blog Cuadernos de Rodaje, me he decidido a saldar una cuenta pendiente con Pixar. Una cuenta que se compone de nutritivos, bien presentados y deliciosos platos que, como la rata chef de Rataouille, han cocinado a fuego lento, respetando a los maestros y sabiendo innovar y dar su sello con ingredientes secretos y técnicas de nouvelle cousine, los creadores de Pixar.

A la cocina Pixar debemos obras inolvidables como Toy Story, Buscando a Nemo, Wall-e, Up o las decenas de cortos que se presentan como esos jugosos canapés que dan en las bodas que cuando te piden que pases al salón para la cena tú dices "¿puedo pillar alguno para el camino?". Hay otras películas menos afortunadas, cierto, pero ninguna suspende. De hecho, la ya mencionada Ratatouille, aparece en mi lista de las 10 de la década, y sólo en el último momento dejé fuera Wall-e cuya primera parte es una master piece de la historia del cine.

Ratatouille, 2007

Pero Pixar ha conseguido mucho más. Ha dignificado, potenciado y engrandecido el apelativo de ANIMACIÓN, palabra que, hasta la llegada de la empresa del flexo, se relacionaba con una especie de virus que infectaba a la película y del que huía la crítica cinéfila y parte del público por miedo a contagiarse y no sobrevivir a la experiencia.

Haciendo un poco de teoría y siguiendo la idea de Rick Altman que recoge en su libro "Los géneros cinematográficos" en el que se afirma que la importancia de un determinado género se consigue cuando pasa de ser usado como adjetivo (comedia musical, drama musical o melodrama musical) a convertirse en sustantivo (un musical, el musical), nos aventuramos a afirmar que con la animación, y gracias a la intervención de Pixar, se produce el caso inverso y consiguiendo los mismos resultados. Vamos a explicarlo mejor.

Hasta la llegada de Pixar, la ANIMACIÓN era un sustantivo, una especie de género, subgénero (en todas sus acepciones). Uno iba a ver una peli de dibujos con todas las connotaciones, prejuicios y estereotipos ligados a este sustantivo: animación (aquí Disney aportó el 95% de los rasgos asociados). Bien, con la era de los Buzz, Nemo o Remy, la animación pasa a ser un adjetivo. Ahora, tú vas a ver una comedia, un drama, un melodrama o una de aventuras...ANIMADA, y muchas otras productoras de obras de animación han seguido este camino (paradójicamente, Disney compró Pixar en 2006, ante la imposibilidad de competir con ese modo, tan opuesto, de plantear la animación).

En los films “pixarianos” lo que prevalece es el guión, la historia de unos personajes con los que empatizas y, aunque no lo parezca, durante el metraje te olvidas de la forma, el envoltorio animado, y sólo presencias una de las mejores cosas que le han pasado al cine en mucho tiempo. Parece mentira que la tecnología, los dibujantes, el modelaje digital y un grupo de fabulosos creadores (claro), sean los depositarios del mejor cine clásico, un cine donde el guión era el inicio para despegar y llegar "¡Hasta el infinito y más allá!"

lunes, 12 de julio de 2010

Una estrellita, un país feliz

A partir de ahora nuestros niños nos podrán preguntar:"Oye papá ¿qué significa esa estrellita que lleva la roja?". Y nosotros diremos: "pues verás, hijo. Era una noche calurosa de julio del 2010 cuando Don Andrés Iniesta, San Iker, y el resto de un enorme grupo de jugadores..."
Madre mía, ¡lo que cuesta llevar una estrellita bordada en la camiseta!.80 años, decenas de excusas, lamentos, mala suerte, injusticias, linieres, tabiques rotos y despropósitos. Al igual que hace dos años en Londres, el fútbol le dio la toga y el mazo a San Andrés para que la enchufara e hiciera justicia.
Lo de esta Holanda, lamentable. Espero que el seleccionador, los Vam Bommel y compañía expíen sus pecados no volviendo a ganar nada en este hermoso deporte. Esta Holanda, sí merece haber perdido la tercera final. Y lo del árbitro, no debió confundir fútbol con rugby.
Ya tenemos un nuevo acontecimiento para grabar en la memoria, para recordar dónde y con quién vimos y vivimos esta final. A los que nos gusta el fútbol el triunfo se multiplica, y nos hace sonreír comprobar como muchos de los que durante años han odiado, o al menos no han disfrutado de este deporte único, hicieran comentarios técnicos, tácticos e incluso aconsejasen al seleccionador qué cambios convenían según el rival y el minuto de juego.

El fútbol es un acontecimiento social, y como tal, tiene asociado a él muchas cosas, negativas y positivas, mejorables y reprochables, pero, señores y señoras, díganme qué actividad humana permite hacer felices, aunque sea por unas horas, a tanta gente, en tantos sitios. Y hacernos olvidar, aunque sea por unas horas, la difícil situación que estamos atravesando, eso sí, no nos equivoquemos, que cada cual aguante su vela y que los que tienen responsabilidades no las aparquen con la excusa de un triunfo futbolístico, porque yo, igual que el 99% de los españolitos y españolitas, hemos ido a currar el día después, aunque la sonrisita y los ojos rojos por alguna lagrimita que cayó ayer, no nos los hemos podido quitar.

El sufrimiento valió la pena por ver esos dos palmos de oro en nuestras manos, por volver a disfrutar en prime time del Camarero´s show y por presenciar el momento más romántico de la historia de la televisión española: Iker, eres mi héroe, ni Cary Grant en sus mejores momentos.

Felicidades a todos los que ayer gritasteis GOOOOOOL, ¡qué gustazo!

 P.D. El carro de la esperanza y la ilusión, que construí con cuatro maderas y unos pocos clavos oxidados después de la derrota ante Suiza, se ha mantenido en pie (pese a algún asaltador de caminos sin fe), ha llegado a la meta y en breve irá de romería al nuevo santuario español: Fuentealbilla

domingo, 4 de julio de 2010

THAT´S AMORE

Habéis sido la mejor crema antiarrugas
Mis favoritos en el navegador de lunes a viernes
Mis tiempos muertos y mis prórrogas

Habéis rellenado de cemento armado el agujero diagnosticado en diciembre
Mis nudos gordianos que me obligaban a sonreír y a haceros reír
Mis abrazaderas; cuando unos dijeron no, vosotros dijisteis sí

Habéis presentado el curriculum para que os busque, os persiga, os caze
Mis cómplices en conversaciones inteligentemente estúpidas
Mis muros de las palpitaciones

Habéis permitido que me olvidara de madurar, que no me pudriese
Mis abonos a pie de cancha
Mis mejores brotes verdes

Habéis ofrecido y aceptado, dado y recibido
Mis maestros discípulos
Mi regreso al futuro

Habéis sido mi manzanas y peras de Cézanne
Mi Marlon Brando y mi Frank Sinatra
Mi segundo movimiento de la sinfonía Jupiter

sábado, 22 de mayo de 2010

MESSI, EL ADJETIVABLE

Desde hace varios meses el mundo, no sólo el futbolístico, se asoma a los televisores para ver, admirar las obras de arte que un argentino de 1,70 metros realiza con una periodicidad insultante para los contrarios.

A tenor de las exhibiciones de Lionel Messi los periodistas y observadores ordeñan sus cerebros y sus diccionarios para encontrar -cual espárragos entre las malas hiervas- un adjetivo, una palabra, un calificativo que condense todo lo que demuestra cuando pisa el asfalto verde por el que despliega sus coreografías.

David Trueba en un artículo en EL PAÍS puso sobre la mesa su "espárrago" lo definió como isótropo y antófago (os recomiendo la lectura para comprender los adjetivos)

Pues bien, nos lanzamos a la piscina del lenguaje para bucear y llevar a la superficie a alguien que es muy fácil de definir: el mejor jugador que he visto en mi años de aficionado al fútbol.



Ponerle un calificativo a Messi o al mejor Barça de la Historia es sencillo. El castellano y la imaginación son suficientemente maleables para continuar fotografiando léxicamente los goles, regates, pases, paredes, carreras de obstáculos, con que el actual (y próximo, y siguiente y...) Balón de Oro nos regala cada 72 horas. Difícil y complicado es definir el juego este año del Real Madrid, del Liverpool, del Valencia o del Milán y de muchas de sus estrellas ¿a qué juegan?, si el Barça y Messi a fútbol los demás a un deporte que se parece, pero que no se puede asegurar que sea el mismo.

Dejo a parte su humilde forma de ser (made in La Masía), en un reino de "drama queens" egoístas, celosos y presumidos en que se ha convertido el fútbol de élite.

El 10 del Barça es un jugador enciclopédico, un futbolista 2.0 cuya calidad alejandrina (inmensa, inacabable, épica) contrasta con el intento por encontrar rimas entre versos sueltos de muchos cheques en "blanco".

Es un astro que siempre lleva pegado un balón como si se tratase de un satélite mientras describe órbitas con direcciones, ángulos y trayectorias indefinidas.

Messi es un regalo para los que gozan con el fútbol y el culpable de que a partir de ahora los detractores del llamado deporte rey deben acomodar su frase preferida. El famoso "el fútbol son 22 tíos, en calzoncillos, corriendo detrás de una pelota" ha evolucionado a la nueva frase "el fútbol son 21 tíos, en calzoncillos, corriendo detrás de Messi"

lunes, 12 de abril de 2010

¿CRISIS?, ¿QUÉ CRISIS?

"Todos somos responsables de la crisis actual". Seguro que más de uno ha escuchado esta frase últimamente...bien, vale. La codicia, maldad, egoísmo y estupidez son cualidades intrínsecas al ser humano por lo tanto todos somos culpables. Pero creo necesario repartir responsabilidades.

Muchos de los intervinientes directos (los que realmente pueden hacer bien o mal las cosas en la economía global) son culpables de ocultar datos y enriquecerse a costa de otros o simplemente de no saber hacer su trabajo y provocar con sus malas decisiones la situación actual. Y los que tienen poder de decisión política son responsables sobre cómo se vigila el dinero, los recursos naturales y a quienes lo mueven; y qué soluciones se toman ante los problemas.

No tengo duda de que el espíritu de superación, de querer vivir mejor, de ganar más dinero: hace prosperar a una sociedad, o mejor dicho: a un modelo de sociedad. Pero debieran de establecerse los límites. El axioma de que se crea riqueza para todos a partir del enriquecimiento particular de una empresa es una consecuencia indirecta, no es una finalidad real, y es matizable. Si yo le doy a alguien 2 pesetas pero gracias a él gano 1000 pesetas: ¿es real ese axioma? Y la duda que se abre es ¿de verdad merece la pena el coste que conlleva tener x+1000 en vez de x+10 (teniendo en cuenta que x fuera el tener todas las necesidades básicas cubiertas)?


Lo que no me cabe duda es que la mayor crisis no es la financiera, es la de los valores, sentido común y sentido colectivo. El Yo está por encima del Nosotros y, sobre todo, del Ellos, y eso implica una enfermedad. Suena a socialismo o cristianismo (irónica paradoja) barato pero creo que no responder a la situación sin mirar más allá del "yo, el aquí y el ahora" acelera la descomposición de un grupo de animales que nos autodefinimos como racionales.

Por otra parte no quiero ser hipócrita. Vivimos en un modelo que nos conviene (sólo hay que compararnos con el resto del mundo). El cual la mayoría no deseamos cambiar(al memos más allá de cuatro insostenibles proclamas) debido a un malinterpretado sentido natural de supervivencia. Mientras nos regodeamos en nuestra supuesta pertenencia a la élite vencedora de la selección natural no advertimos que cada vez somos más débiles, necesitamos más recursos para mantener nuestra posición y, de momento, la luna no es habitable.

Moriremos ricos, pero moriremos. Algunos creen que hay vida más allá de la muerte, pero lo importante es-como recogía, según Eduard Punset, un graffitti en los 60-plantearnos si "¿hay vida antes de la muerte?"; sí, la hay, pero cuesta mucho dinero y no todos pueden pagarla.

sábado, 3 de abril de 2010

LA DAGA, EL UNICORNIO Y LA ESTULTICIA

Incontinentes, incontrolables, incómodos
brillantes, bribones, brigadieres
ensangrentados, ensimismados, ensartados

Alucinados, alumbrados, aludidos
peligrosos, peliagudos, pelirrojos
finlandeses, finalistas, fin-de-semanas

Paneros, panegíricos, pandémicos
sinvergüenzas, sin-embargos, sintonizados
locuaces, locuciones, localizables

Y los libros hablaban y hablaban
y los ciegos callaban y callaban

viernes, 2 de abril de 2010

MIEDO A NO SENTIR MIEDO

Lo mejor de no tener miedo a nada es el miedo que transmites a lo demás.

Yo lo descubrí en mitad de una carretera que cruza el desierto. Allí, rodeado por "ratas de arena" y mi incapacidad por sentir miedo como única arma, me di cuenta de lo bajo que había caído.

Me había convertido en un ser mucho peor que la decena de harapientos y mellados piratas que intentaban acabar con mi vida para robarme la vieja moto que tenía entre las piernas. Ellos asaltaban a los idiotas que se perdían en aquel castigado rincón y que tomaban la carretera 79 con la ingenua esperanza de cruzar la planicie de manera más rápida, evitando a los "nuevos gobernantes". Pero robaban y mataban para subsistir y poder dar de comer a los esqueléticos fantasmas que, pese a todo, seguían llamando hijos.

Mi caso era más repugnante. Pretendía atravesar el rencoroso desierto sin ningún motivo, no quería salvar a nadie, ni tan siquiera a mí mismo. Mi familia se había dejado matar unas semanas antes cuando tuvieron que elegir entre luchar, esperar un acto de misericordia o huir. Mis suegros convencieron a mi mujer para que se quedara con ellos, estaban seguros que era lo mejor para la criatura que llevaba en su vientre. Yo, en cambio, muerto de miedo, me largué cuando las primeras balas cayeron en Chesterton.

La excusa era que un grupo de ciudadanos debía ir a la capital a buscar refuerzos y evitar que los “nuevos gobernantes” siguieran matando a los del condado. Pero ahora me doy cuenta de que las docenas de motoristas que partimos con destino a la gran ciudad, queríamos salvar nuestro culo, lo de conseguir refuerzos era secundario, era la razón que inventó el subconsciente. El cobarde subconsciente. Todos sabíamos que "la caballería" no salva a los olvidados. Seguro que mis suegros no me lo han perdonado todavía, debía haber muerto a su lado. Pero nunca me gustó la carrera de mártir.

Días después de la matanza en el pueblo, unos caminantes me confirmaron el rumor. Todas las familias blancas de Chesterton habían sido exterminadas. El único consuelo que tuve fue que a mi pequeño Oliver le faltaba una semana para ser expulsado del cuerpo de su madre. Al menos no tuvo que ver la barbarie y el horror, ni escuchar los gritos y llantos de los ejecutados. Ese, al menos, es mi consuelo.

Desde que recibí la noticia de la matanza el terror que se pegaba a mi sombra como un chicle en los zapatos, se fue. Perdí todo motivo para sentir miedo. ¿Para qué? No me quedaba nada por lo que temer. No tenía familia, casa, dinero, tierras, vida... y la moto sólo me ayudaba a dejarme morir en un lugar lo más lejos posible, para dejar de escuchar los rumores de mi vida anterior. Y lo más lejano que conocía estaba al otro lado del desierto.




Esa es mi arma. Descubrí en los ojos de aquellos miserables que me encañonaban el miedo que veía antes en los espejos, sabía que todavía tenían familias que proteger, sabía que la supuesta violencia y agallas que vestían era un necesario disfraz para interpretar un papel que ningún hombre debería asumir nunca. No dudé.

- Soy el correo de los "blancos" del oeste. Saben que salí hace una semana de la gran capital. Si no llego pasado mañana no tardaran en buscarme para rescatar las comunicaciones. ¿Seguro que queréis que vengan al desierto a por mí? ¿Tan bueno es vuestro escondite? A mí me la suda morir en este puto desierto, ¿y a vosotros?

Sus ojos abandonaron el forzado pulso de violencia y se abrieron como un caparazón.
Se miraron y finalmente posaron su atención sobre el más enano de todos esperando una respuesta. El enano aceptó el botellín de agua que llevaba en las alforjas y un poco de tabaco que les ofrecí. Escupió a mis pies y bajó la escopeta. Los otros no tardaron en imitarle. Y yo sentí pena por ellos. Pena y asco. Definitivamente un nuevo puñado de cobardes se dejaba matar antes de hacer lo que se tenía que hacer para intentar sobrevivir. La excusa era el miedo. El maldito miedo.

Después de aquel episodio mi única duda ante el peligro es saber si detrás de él hay gasolina o algo para comer y beber. El resto es la nada. Mi miedo es no sentir miedo por nada. Esa es mi penitencia.

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