domingo, 7 de febrero de 2010

EL CANT DEL OCELLS o cómo disfrazar de cine la nimiedad (Primera Parte)

En la anterior entrada de este cuaderno de notas digital hacía un llamamiento para ver el último trabajo -no me atrevo a denominarla película- de Albert Serra.En la actual entrada y la siguiente se intentará describir y analizar El cant del ocells.

En primer lugar, debo pedir mis más sinceras disculpas a todos aquellos a los que conseguí embaucar (el plural dudo que se ajuste a lo que realmente pasó) para presenciar hora y media de una sucesión de imágenes con sonido que se alejan de la concepción del cine que tenemos los cinéfilos; exceptuando a un par de críticos del cahiers, el presentador de Sala 33 (programa donde se emitió el cant) y un puñado de personas cuyo paladar cinematográfico respeto pero ni entiendo ni comparto.

Antes de entrar en faena, situémonos. Sinopsis: según su director, es una historia: "en cierto sentido bastante simple, cuenta lo que dicen esas tres frases de la Biblia: unos Reyes Magos que llegan a un sitio, que parece ser el Portal de Belén, y se van".

Contextualicemos. El autor de esta obra (tampoco sería justo calificarlo como cineasta) afirma que nunca ha estudiado cine y que no tiene una gran formación como aficionado al séptimo arte. Además, nunca ensaya con los actores, es rara la ocasión en que repite una toma y prácticamente rueda sin guión. No mira el material rodado hasta llegar a la sala de montaje y utiliza muy pocos diálogos.



Con dicha información previa y el anterior visionado de la también discutible Honor de caballería -con la que se da a conocer Serra-, te adentras en El cant del ocells con cierto interés, con suma incertidumbre y con todos los sentidos (incluido el sentido común) bien atentos para captar una propuesta, a priori, diferente y original. Esperas que cumpla con las expectativas que han sembrado parte de la crítica y los festivales (Cannes tiene la culpa sobre el prestigio de ésta y otras muchas supuestas master pieces), y sabes que cuando termine podrás tachar uno de los más importantes renglones de la lista de obras y autores modernitos de obligado tránsito para poder mantener una conversación con cinéfilos de arte y ensayo. Cinéfilos, por otra parte, empeñados en ver donde no hay; y cuyo principal y efectivo argumento es “¿cómo puedes opinar si no la has visto?”. Perfecto, tienen razón.

Empiezas a ver la película (al inicio sigues creyendo que lo que vas a ver es una película) y anotas mentalmente: fotografía en blanco y negro, bien no problem, en los últimos años se han hecho estupendos films como Buenas noches, y buena suerte, La lista de Schindler, Celebrity o, más recientemente, La cinta blanca. El uso actual del blanco y negro nunca debería ser un handicap para valorar negativamente una película y un buen cinéfilo se encariña y agradece una buena fotografía en blanco y negro.

El problema de El cant del ocells con el blanco y negro es que se suma a muchas otras variopintas decisiones para dar forma a la propuesta y que parecen haber sido escogidas para disfrazar las armas deficitarias de Serra como cineasta. Por cierto, la fotografía está muy trabajada y es lo mejor de la obra, pero se aprecia la intención postiza del director de crear un producto con aureola de diferente por el simple hecho de manipular una amalgama de recursos sin clara justificación.

1 comentario:

  1. Aiiiiis, que desgracia, no pude ver la película, jajajaja. Mira, los directores de cine que claman al cielo que hacen cine sin haberlo estudiado y se sienten orgullosos...en fin, que luego hacen lo que hacen, y eso no te lo puede discutir ningun critico de la cahiers!

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