lunes, 18 de enero de 2010

DECÍAN QUE ERA FÁCIL

Decían que era fácil,¡y una mierda fácil! Por mucho que intentaba encajar la pieza B3y la C2 con la ayuda de la pesada herramienta H la susodicha B3 jamás encajaría en la maldita C2. Lo que más rabia me daba era el insultante gráfico que aparecía en lo alto del folleto donde se anunciaba que un sólo fulano (ingeniero industrial y mecánico de la fórmula 1, supongo) podía montarlo en apenas 20 minutos...¡y una mierda!

Cierto es que nunca me he caracterizado por ser un manitas pero no dejaba de ser igual de verdad que los putos suecos se "columpiaban" con las indicaciones.Y mientras continuaba mirando las piezas y mi cara se iba mudando al color rojo alguien llamó a la puerta.

Alguna vez he comentado lo incómodo de las relaciones vecinales. Para mí, todas las personas que pisan, pisaban o pisarán la faz de la tierra se convierten, en el mismo momento en que son tus vecinos, en seres deleznables, molestos e incluso... viscosos. Y no importa que en otra vida (antes de convertirse en vecinos tuyos) hubieran sido grandes y generosos miembros de la sociedad. Da igual. Un vecino siempre es alguien potencialmente preparado y programado para joderte la existencia.

Pues bien, llamaron a la puerta y cuando abrí una sombra premonitoria del infortunio se parapetó frente a mí y dijo con tono de protagonista de "Callejeros":

Oye tío, es que estoy viendo la final de Gran Hermano y me molestan tus golpes. Abajo se escucha todo.Córtate un poco

Mi colorado rostro pasó de la impotencia provocada por los suecos a la blancura de quedarme sin palabras.

Uy,lo siento. Es que estoy montando una estantería de esas prefabricadas y...

Joder nene, pues ya llevas una hora. Mira que eres "negaó". Eso se monta en 20 minutos como mucho

De nuevo el rojo hizo acto de presencia.Pero era un rojo diferente, como amoratado. Mi metro ochenta de vecino del tercero soltó una sonrisita de ser superior, como la de los ingenieros industriales o mecánicos de alta competición, y me miró de abajo a arriba sin percatarse de mi mano derecha.

Empuñé con fuerza la nórdica herramienta H y en pocos minutos, quizás segundos, la pieza C2, la B3 y creo recordar que algunas de las del tipo E encajaron perfectamente en la cabeza rasurada que tenía delante.

Debo reconocer que en esta última fase del montaje hice, hicimos, bastante ruido. Los golpes, gritos, lamentos y finalmente el hosco sonido de una cabeza contra el suelo, seguro que pudieron molestar a más de un vecino. Pero nadie, repito, nadie se quejó. Es más, con el paso de los días alguno incluso me felicitó por un trabajo bien hecho. Y es que como yo siempre digo: un vecino, es un amigo.

1 comentario:

  1. Intuyo que esto está, en algún grado, basado en la realidad. Lo placentero que resulta a veces agredir a alguien!

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