miércoles, 3 de marzo de 2010

EL ESPONTÁNEO

Con demasiada asiduidad se produce un hecho dramático en la sociedad española. Sin previo aviso, un guardián de la estupidez, un protector de la estulticia, un primo no tan lejano de los primeros primates que habitaron la tierra; decide lanzarse al ruedo entre un grupo de conversadores para dar una opinión que nadie, ni tan siquiera el sentido social de la charla, le ha pedido.

Una vez el valiente asno ha dado el paso, la tragedia es imparable. Un torrente de insensateces acompañadas de argumentos huecos, tan huecos que incorporan eco, caen a plomo entre el toma y daca de los contertulios. Además, la riada inútil incorpora restos desmembrados de otras necedades que han encallado en el susodicho idiota tras horas y horas de almibanar su supuesta opinión personal con el azúcar extraído de la misma flor que abre todos los días cuando escucha al insecto de turno en el jardín mediático.

Llegados a este punto, los contertulios, que hasta ese instante mantenían la compostura, se desprenden de su sentido de la disciplina y huyen en tromba de las zafias y sesgadas peroratas del exterminador del lenguaje. El pequeño gran iletrado mira a su alrededor y con el mismo arrojo que le llevó a emprender la aventura les grita “ignorantes”, mientras mueve la cabeza en claro gesto de desaprobación. Y una vez más se va a su guarida con la inquietante sensación de sentirse un ser superior.

2 comentarios:

  1. Hablamos de un tío con pelo rizado largo, con nombre anglosajón y apellido de ciudad española admirador de Yao Min?

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  2. No le había puesto cara pero sí, podría ser tal y como lo has descrito.

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