A raíz de la muy sugestiva entrada sobre la trilogía Toy Story del siempre malvado, y por tanto recomendable, blog Cuadernos de Rodaje, me he decidido a saldar una cuenta pendiente con Pixar. Una cuenta que se compone de nutritivos, bien presentados y deliciosos platos que, como la rata chef de Rataouille, han cocinado a fuego lento, respetando a los maestros y sabiendo innovar y dar su sello con ingredientes secretos y técnicas de nouvelle cousine, los creadores de Pixar.
A la cocina Pixar debemos obras inolvidables como Toy Story, Buscando a Nemo, Wall-e, Up o las decenas de cortos que se presentan como esos jugosos canapés que dan en las bodas que cuando te piden que pases al salón para la cena tú dices "¿puedo pillar alguno para el camino?". Hay otras películas menos afortunadas, cierto, pero ninguna suspende. De hecho, la ya mencionada Ratatouille, aparece en mi lista de las 10 de la década, y sólo en el último momento dejé fuera Wall-e cuya primera parte es una master piece de la historia del cine.
Ratatouille, 2007
Pero Pixar ha conseguido mucho más. Ha dignificado, potenciado y engrandecido el apelativo de ANIMACIÓN, palabra que, hasta la llegada de la empresa del flexo, se relacionaba con una especie de virus que infectaba a la película y del que huía la crítica cinéfila y parte del público por miedo a contagiarse y no sobrevivir a la experiencia.
Haciendo un poco de teoría y siguiendo la idea de Rick Altman que recoge en su libro "Los géneros cinematográficos" en el que se afirma que la importancia de un determinado género se consigue cuando pasa de ser usado como adjetivo (comedia musical, drama musical o melodrama musical) a convertirse en sustantivo (un musical, el musical), nos aventuramos a afirmar que con la animación, y gracias a la intervención de Pixar, se produce el caso inverso y consiguiendo los mismos resultados. Vamos a explicarlo mejor.
Hasta la llegada de Pixar, la ANIMACIÓN era un sustantivo, una especie de género, subgénero (en todas sus acepciones). Uno iba a ver una peli de dibujos con todas las connotaciones, prejuicios y estereotipos ligados a este sustantivo: animación (aquí Disney aportó el 95% de los rasgos asociados). Bien, con la era de los Buzz, Nemo o Remy, la animación pasa a ser un adjetivo. Ahora, tú vas a ver una comedia, un drama, un melodrama o una de aventuras...ANIMADA, y muchas otras productoras de obras de animación han seguido este camino (paradójicamente, Disney compró Pixar en 2006, ante la imposibilidad de competir con ese modo, tan opuesto, de plantear la animación).
En los films “pixarianos” lo que prevalece es el guión, la historia de unos personajes con los que empatizas y, aunque no lo parezca, durante el metraje te olvidas de la forma, el envoltorio animado, y sólo presencias una de las mejores cosas que le han pasado al cine en mucho tiempo. Parece mentira que la tecnología, los dibujantes, el modelaje digital y un grupo de fabulosos creadores (claro), sean los depositarios del mejor cine clásico, un cine donde el guión era el inicio para despegar y llegar "¡Hasta el infinito y más allá!"